jueves, 5 de septiembre de 2013

La Sabiduría del Águila

La Sabiduría del Águila
"El águila es el ave de mayor longevidad entre las criaturas de su especie. Vive 70 años. Pero para alcanzar esa edad, al llegar a los 40 debe tomar una seria y difícil decisión: sus uñas están apretadas y flexibles y no consigue aferrar a sus presas de las cuales se alimenta. Su pico largo y puntiagudo se curva, apuntando contra el pecho. Sus alas están envejecidas y pesadas y sus plumas, gruesas, ¡Volar se le hace ya muy difícil!

Entonces el águila tiene solamente dos alternativas: morir o atravesar un doloroso proceso de renovación que dura 150 días. Ese proceso consiste en volar hacia lo alto de una montaña y quedarse ahí, en un nido cercano a un paredón, en donde no tenga necesidad de volar.

El águila comienza a golpear su pico contra la pared hasta conseguir desgarrarlo y arrancarlo. Debe esperar el crecimiento de uno nuevo, con el que desprenderá una a una sus uñas.
Cuando las nuevas uñas comienzan a crecer, tendrá que desplumar sus plumas viejas y esperar a que renazca su plumaje.
Después de cinco meses, emprende su vuelo de renovación y ... ¡a vivir 30 años más!

Dicen que, paradójicamente, lo único permanente en la vida es el cambio y es verdad.
Esa es una de las leyes que rige el mundo manifestado.

Todas las formas permanentemente van cambiando, evolucionando, mutando, adaptándose, adquiriendo nuevas propiedades, generando nuevas situaciones, con la finalidad de que el espíritu que las habita pueda adquirir distintas experiencias y expresar distintas cualidades en cada momento.

A veces el cambio nos llega impuesto desde el exterior (como algo que las otras personas o la sociedad en su conjunto nos imponen) y otras veces surge como una necesidad interna que nos impulsa a hacer nuevas actividades o a cambiar situaciones que durante largo tiempo consideramos como deseables, pero la cuestión es que ya no hay modo de que las cosas queden como estaban.

Para colmo, muchas veces no entendemos el porqué de estos impulsos internos o externos, ni qué nueva situación nos espera si seguimos estos impulsos.

Esto nos genera muchos miedos e inseguridades.

Hay que deshacerse de estructuras viejas, crear otras nuevas y eso conlleva muchas veces esfuerzos, incertidumbres, errores, momentos en que ya no estamos en aquella situación que conocíamos ni tampoco en la que nos encontraremos luego, en que no sabemos que dirección tomará finalmente el proceso.

Es lo que llamamos una crisis.

¿Qué actitudes tomar en esas situaciones?

Las primeras son aceptación y desapego. Para poder hacer algo coherente hacia el futuro hay que aceptar las nuevas condiciones internas y externas, propias y del entorno.

Reconocer que por más que nos no nos gusten, nos parezcan injustas o nos enojemos las cosas no van a volver atrás, que las circunstancias, las personas o nosotros mismos cambiamos y que respuestas que pudieron ser adecuadas y válidas en un momento pueden no serlo hoy.

Por lo tanto no hay que repetir mecánicamente respuestas del pasado sino que hay que estudiar, aceptar y comprender las nuevas reglas de juego.

La segunda es la fe, todo proceso en la naturaleza tiene un propósito, nada de lo que pasa es inútil y aunque en el momento duela, al final veremos que tuvo sentido para nosotros y para los demás y que si ocurre es porque de ello podemos sacar enseñanzas importantes que a la larga o la corta podremos capitalizar en oportunidades de crecimiento personal.

Además también lo que nos resulta doloroso pasará.

La tercera es la paciencia. Hay que aprender y respetar los tiempos internos y externos.

Todo proceso lleva su tiempo. A veces las cosas no son del todo claras y naturalmente nos llevan cierto tiempo de maduración interna. Otras veces la pelota no está en nuestra cancha y lo único que podemos hacer es esperar los movimientos y las decisiones de otros. En esos momentos lo mejor es esperar a que se clarifiquen y mientras tanto aprovechar el tiempo para hacer las cuestiones de rutina y fortalecernos internamente.

Por último tratar de ir comprendiendo poco a poco la nueva situación, las oportunidades y los riesgos que nos presenta el nuevo escenario, el sentido que tiene y prepararnos interna y externamente para afrontarlo.


En resumen comprender las enseñanzas del pasado, aceptar el presente y actuar en él aprovechando las oportunidades que nos brinda de generar el mejor futuro posible es la mejor forma de crecer y ser felices.

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