Armando Tafur |
La historia de Armando Tafur Cunza. Hace 34 años empezó en uno de los oficios más comunes para los provincianos de la Lima de entonces: el de mozo y hoy es dueño del restaurante ‘El hornero’.
LA HISTORIA DE ARMANDO TAFUR CUNZA • Hace 34 años empezó en uno de los oficios más comunes para los provincianos de la Lima de entonces: el de mozo y hoy es dueño del restaurante ‘El hornero’.
• El secreto de su éxito estuvo en el ahorro, dedicación y el buen trato.
• El secreto de su éxito estuvo en el ahorro, dedicación y el buen trato.
David Pereda.
De vez en cuando, Armando Tafur Cunza regresa a su original Chacas, en el Callejón de Conchucos, Ancash. Hace 34 años salió de este pueblo para forjarse un futuro en la capital. El terremoto de 1970 convenció a sus padres de que esto era lo más conveniente. Armando tenía apenas 14 años.
Nunca antes había estado en la ciudad. Tampoco había entrado a un restaurante elegante, como aquel a donde lo llevó su hermano. No para celebrar el reencuentro, sino para iniciarlo en el oficio común de los provincianos en la Lima de entonces: el de mozo.
Trabajo duro
Los 28 años de atención a comensales que transcurrieron desde entonces han sido esenciales para Armando. No faltaron los desprecios al comienzo debido a que no hablaba bien el castellano. “He tenido que romper muchas barreras. He sufrido mucho”, suspira el empresario. Y si en el campo era el trabajo duro en la chacra, en la ciudad había que soportar el peso de la discriminación, la ignorancia y la necesidad... El nuevo orden exigía una lógica diferente, un entendimiento distinto al cual el joven campesino tenía que adaptarse. Tenía que aprender.
La dedicación exclusiva al trabajo le hizo abandonar los estudios. Armando solo ha cursado hasta el quinto de primaria. Todo lo demás lo ha aprendido en los restaurantes: en las mesas, en la cocina, en los almacenes... También en la vida, por supuesto, sin muchos excesos –afirma–.
“Tenía la oportunidad de seguir estudiando, pero lo dejé. Y no me arrepiento. Sobre restaurantes he aprendido el ciento por ciento. Nadie puede engañarme, ni los trabajadores ni el proveedor”, dice Armando, ahora dueño del famoso restaurante ‘El hornero’.
Dice que su suerte radica en las propinas. Como mozo, el sueldo es bajo, pero al trabajar en un restaurante de primer nivel, las regalías de los clientes sobrepasan con creces la remuneración. Armando siempre laboró en restaurantes de primera categoría. Y siempre se preocupó por dar la mejor atención al consumidor.
Así aprendió todos los secretos del restaurante. Sin saberlo, se estaba preparando para dar el gran paso: convertirse en dueño de su propio negocio.
Recuerda a sus compañeros mozos criticando al dueño del restaurante cuando llegaba en su auto de lujo. “Nosotros matándonos acá y él en su carrazo. Así cualquiera”, decían.
En cambio, Armando pensaba que alguna vez ese hombre tuvo que haber trabajado. “Ese auto no pudo haber aparecido así porque sí, de la nada”, creía.
Antes de convertirse en lo que ahora es, Armando puso una pollería en San Juan de Miraflores. Fue hace 10 años. Su esposa, a quien había conocido como empleada de hogar, fue la compañera infatigable del proyecto. Recuerda que le fue bien, pero quería más.
El negocio propio
Entonces, decidió abrir ‘El hornero”, un restaurante de carnes y parrillas de primer nivel. Ubicó un espacio de mil 400 metros cuadrados en un malecón de Chorrillos donde, según asegura, diseñó la estructura del exclusivo local.
Quedó viudo antes de concretar el proyecto, pero ahora son sus hijos quienes participan en la empresa. Uno labora en el área administrativa, otro –aún estudiante– está empezando como mozo. Y junto a ellos, más de 50 trabajadores hacen de ‘El hornero’ un lugar de fieles concurrencias. Clientes que conocen a Armando desde cuando era mozo. Uno de ellos es el presidente Alejandro Toledo, aunque ahora va poco por sus múltiples ocupaciones.
El secreto de su éxito
Para Armando Tafur, lo más importante es la atención. Por eso él mismo recibe a los visitantes en la puerta de ‘El hornero’. Algunos que lo reconocen no imaginan su éxito. Lo saludan con afecto. “Ahora estás acá”, le dicen. Al terminar satisfechos preguntan al mozo quién es el dueño del local. “El señor que los recibió en la puerta”, les responde: El mesero que se hizo empresario.
“Siempre tuve claro que quería algo mejor. Por eso ahorré. Gastaba poco. Salía, me divertía, pero no gastaba lo que no podía”. Así le llegó el momento de pensar en grande. De pronto se dio cuenta de que no podía ser mozo toda su vida. Entonces, decidió ahorrar más y poner su negocio propio con la ayuda de su familia.
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