Gastón Acurio |
¿Podremos los peruanos conquistar el mundo con nuestras marcas?
Vivimos hoy un momento crucial e histórico para el Perú y no por lo que seguro están pensando: política. Lo es porque somos parte de una generación privilegiada, pues hemos tenido la suerte de vivir justo el momento en donde las fronteras mentales se han terminado. En donde la gente vive y sueña buscando nuevas experiencias, nuevas emociones, nuevas historias que vivir, que contar, que compartir. Se acabaron los tiempos en los que el ciudadano de Kansas vestía sombrero, comía costillas y conducía tractor.
El hombre de hoy es un hombre de su tierra y del mundo. Es japonés de sake y de cerveza Corona, es italiano de pizza y de Sushi bar, es español de paellas y de Burger King.
Es en ese escenario en que el Perú aparece como un enorme libro de cuentos, llenos de todo aquello que al hombre de hoy podría seducir y conquistar para siempre. Aquello como los 84 microclimas que si bien no nos permiten hacer grandes extensiones de cultivos, nos dan la suerte de producir todos los vegetales y frutas, todo el año y de calidad tan sublime como para ser exportados como si de perfumes o joyas se tratasen.
Decenas de culturas milenarias cuyo legado puede servir de inspiración a diseñadores, artistas, creadores en general. Todos los recursos minerales imaginables con los cuales podríamos hacer joyería y relojería de excelente relación calidad-precio. El mar más rico del mundo, el cual podría estar lleno de piscigranjas que abastezcan el gran mercado de lujo que hoy existe. Bosques interminables que con manejo responsable pueden dar pie a exitosísimas industrias y marcas del mueble y la decoración.
Cultura y tradiciones diversas y riquísimas que -como nuestra gastronomía podrían dar pie a decenas de nuevos conceptos globales de consumo y, por ende, a centenas de marcas peruanas abasteciendo esa demanda. Ese es el Perú y el mundo que nos ha tocado vivir. Un escenario en donde el concepto de value, la relación calidad-precio, está llamada a ser la consideración más importante a la hora de elegir un producto u otro. Un escenario, entonces, que nos cae como anillo al dedo. Un escenario mundial donde la marca Perú debe definirse ante el mundo como Perú, el país boutique. Que frente a la china, que tiene la b de lo barato, o frente a la suiza, francesa o italiana, que tienen las de lo bueno y bonito pero caro, aparece la marca Perú, el país de lo bueno, bonito y barato.
Sin embargo, ¿qué nos ha pasado? ¿Por qué aún no hemos inundado la tierra con productos y marcas que partiendo de nuestros recursos, costumbres y tradiciones dieran el gran salto final? ¿No será acaso que el problema está en nosotros mismos? ¿No será acaso que nosotros creemos que nuestros productos no son lo suficientemente seductores como para ofrecerlos a ese ciudadano de Kansas que en este mismo instante debe estar frente a su televisor observando una pelea de sumos mientras bebe una cerveza Sapporo y devora una docena de burritos con chimichanga?
¿No será acaso que seguimos encerrados en la idea de que la inspiración está en lo foráneo y que nosotros somos ciudadanos de segunda categoría condenados a imitar y a hacer nuestro aquello que otros, en otras partes, deciden debemos de usar, vestir y comer?
Fue así como cansados de ver tanto fast food foráneo en los estómagos de nuestros hijos y ver cómo al mismo tiempo nuestras tabernas sangucheras fundadas por los primeros inmigrantes italianos iban cayendo en el olvido es que decidimos hacer Pasquale Hermanos Sanguchería, para llevarlo al mundo como el concepto de peruvian fast food y con él abrir la puerta también a muchas otras marcas peruanas de fast food.
Y fue así también como viendo todo este escenario que se nos viene, de decenas de miles de restaurantes peruanos, de millones de nuevos consumidores de ideas peruanas que nos dimos cuenta que había que abastecer al mundo de salsas, piqueitos, ingredientes y demás detalles culinarios peruanos por lo que sentamos las bases de nuestra futura gran marca de retail culinario peruano, con una gama de productos que van desde la sal rosada de Maras hasta la mermelada de chirimoya, desde la huayro chip hasta la salsa que permita con un gesto y un minuto hacer una pachamanca en medio del mismísimo bulevar Saint Germain.
Que de pronto una enorme cadena de tiendas de muebles y artículos para el diseño y decoración hizo tambalear a la poderosa Ikea con una propuesta basada en el uso de maderas sofisticadísimas provenientes de bosques amazónicos sostenibles. Sueño con un joven diseñador peruano que asociado a un empresario nacional se instale en Nueva York haciendo fama y fortuna con un estilo personal basado en nuestra finísima fibra de vicuña.
Así es, como peruano sueño con que el mundo consuma nuestras marcas, nuestras tradiciones y nuestras costumbres, y como peruano sueño con que todos los peruanos sueñen lo mismo, pues estoy convencido de que sólo si tenemos un gran sueño común, la marca Perú, nuestros sueños personales, nuestras marcas
alcanzarán el reconocimiento de manera casi natural. Pero estoy convencido también de que para alcanzar el éxito de la marca Perú no bastará con creer en nosotros y nuestros productos sino que deberá estar sustentada en un país justo, libre y respetuoso de la ley y sus ciudadanos.
Un país donde las oportunidades sean iguales para todos, donde la educación y salud pública sean de mejor calidad que la privada, un país donde el débil pueda enfrentar al poderoso ante la justicia y vencer, un país donde finalmente los políticos cumplan con el único mandato que sus ciudadanos les otorgan: administrar con austeridad e inteligencia, velar por la justicia y actuar con energía ante la arbitrariedad y el abuso.
¿Podremos los peruanos conquistar el mundo con nuestras marcas?
Sí. Todos los aquí presentes somos los llamados a lograrlo.
Muchas gracias
Gastón Acurio
Decenas de culturas milenarias cuyo legado puede servir de inspiración a diseñadores, artistas, creadores en general. Todos los recursos minerales imaginables con los cuales podríamos hacer joyería y relojería de excelente relación calidad-precio. El mar más rico del mundo, el cual podría estar lleno de piscigranjas que abastezcan el gran mercado de lujo que hoy existe. Bosques interminables que con manejo responsable pueden dar pie a exitosísimas industrias y marcas del mueble y la decoración.
Cultura y tradiciones diversas y riquísimas que -como nuestra gastronomía podrían dar pie a decenas de nuevos conceptos globales de consumo y, por ende, a centenas de marcas peruanas abasteciendo esa demanda. Ese es el Perú y el mundo que nos ha tocado vivir. Un escenario en donde el concepto de value, la relación calidad-precio, está llamada a ser la consideración más importante a la hora de elegir un producto u otro. Un escenario, entonces, que nos cae como anillo al dedo. Un escenario mundial donde la marca Perú debe definirse ante el mundo como Perú, el país boutique. Que frente a la china, que tiene la b de lo barato, o frente a la suiza, francesa o italiana, que tienen las de lo bueno y bonito pero caro, aparece la marca Perú, el país de lo bueno, bonito y barato.
Sin embargo, ¿qué nos ha pasado? ¿Por qué aún no hemos inundado la tierra con productos y marcas que partiendo de nuestros recursos, costumbres y tradiciones dieran el gran salto final? ¿No será acaso que el problema está en nosotros mismos? ¿No será acaso que nosotros creemos que nuestros productos no son lo suficientemente seductores como para ofrecerlos a ese ciudadano de Kansas que en este mismo instante debe estar frente a su televisor observando una pelea de sumos mientras bebe una cerveza Sapporo y devora una docena de burritos con chimichanga?
¿No será acaso que seguimos encerrados en la idea de que la inspiración está en lo foráneo y que nosotros somos ciudadanos de segunda categoría condenados a imitar y a hacer nuestro aquello que otros, en otras partes, deciden debemos de usar, vestir y comer?
Pues yo me resisto a pensar que esto es así. Me niego a aceptar que los peruanos no somos creativos, no somos audaces, no somos valientes, no estamos orgullosos de lo que somos. Me resisto a creer que tenemos menos cualidades que un alemán o un japonés, y que viviremos en un mundo eterno donde otros vendrán por nuestras materias primas para luego devolvérnoslas convertidas en marcas y costumbres a consumir. Me resisto a creer que no somos lo suficientemente seductores para que el mundo caiga rendido a nuestros pies. Me resisto. Y por eso imagino el futuro y sueño un escenario distinto. Por eso vamos observando y soñando la vida con ojos de cocinero que hace lo que le gusta, es cierto, pero también con ojos de peruano que debe cumplir su deber como tal. Y así fue como iniciamos este enorme sueño de llevar la cocina peruana por el mundo. Casi sin saberlo, sin ser conscientes del enorme potencial, de la enorme responsabilidad que ello implicaba. Cometiendo aciertos y errores en el camino, avanzando y retrocediendo en muchas decisiones, cultivando la paciencia del bambú que durante años teje, antes de mostrarse, una sofisticada red de raíces que luego sostendrán sólidamente el peso de su tronco. Paciencia que nos permitió formar cuadros, definirnos conceptualmente, elaborar una adecuada política mediática y, lo que es más importante, terminar de convencernos para siempre que los peruanos somos lo máximo y que nada podrá detenernos en el camino que hoy hemos iniciado.
Por eso, caímos rendidos ante el refinamiento de la cocina peruana y llevamos a competir a Astrid y Gastón en el durísimo segmento del fine dining, hoy en seis países y a finales de año, en México y Madrid. Por eso vimos a la cebichería peruana, a la maravillosa y enorme cebichería peruana, triste y acongojada, y decidimos asumir la doble misión de introducir un nuevo concepto global: el peruvian seafood para que con él ingresen muchas marcas peruanas entre ellas la nuestra: La Mar, hoy lista en Brasil, México, Panamá, Ecuador y Estados Unidos.
Fue así como cansados de ver tanto fast food foráneo en los estómagos de nuestros hijos y ver cómo al mismo tiempo nuestras tabernas sangucheras fundadas por los primeros inmigrantes italianos iban cayendo en el olvido es que decidimos hacer Pasquale Hermanos Sanguchería, para llevarlo al mundo como el concepto de peruvian fast food y con él abrir la puerta también a muchas otras marcas peruanas de fast food.
Y también nuestros ojos de cocinero y de peruano vieron cómo nuestras anticucheras eran expulsadas de sus esquinas, perseguidas por quienes debían cuidarlas, olvidadas por nuestros corazones y decidimos asumir el reto de lanzar al mundo el concepto de anticuchería: the peruvian grill, la anticuchería de la esquina convertida en restaurante y con él competir frente a argentinos y brasileños, abriendo así el paso a otras marcas de anticucherías peruanas reservándonos para nosotros el privilegio de homenajear con nuestra Panchita a todas las Panchitas que hoy lamentan el olvido que les tocó vivir.
Y fue así como vimos que el mundo se llenaba de taquerías, sushibares, pizzerías y demás para animarnos a hacer el concepto del peruvian bistro: TANTA, al que estamos listos para llevarlo por todas partes.
Y fue así como vimos que el mundo se llenaba de taquerías, sushibares, pizzerías y demás para animarnos a hacer el concepto del peruvian bistro: TANTA, al que estamos listos para llevarlo por todas partes.
Fue así como observando el crecimiento de una cadena norteamericana llamada PF Chang China Bistro, que en 1993 abrió su primer local y hoy factura US$900 millones con 190 locales sólo en Estados Unidos, con una propuesta similar a la del más humilde de nuestros chifitas al paso, nos dimos cuenta que ya era hora de que el mundo conozca el chifa peruano, pero el peruano chino de verdad y estamos en pleno proceso creativo para lograrlo. Fue observando que en Chile una cadena de hoteles boutique llamada Explora llenaba sus cuartos a precios exorbitantes basados en una filosofía simple de servicio y diseño de gran clase apostada en un lugar paradisíaco, que nos dimos cuenta que era la hora de hacer una cadena peruana de hoteles boutique. Nativa Hoteles Boutique que estarán en algunos de los cientos de parajes paradisíacos con que cuenta nuestro país y cuya filosofía se basará también en un servicio y diseño "gran clase", pero que además incorpora conceptos tan valiosos como la mejor gastronomía de hotel del continente, como el respeto del entorno a la hora de su diseño y construcción, como la creación de la primera filosofía de spa peruano, fruto de siglos de medicina natural, misticismo, chamanismo y demás. Y el más importante de todos: conciencia social, es decir, allí donde el hotel se instale, irradiará con su presencia a todo su entorno los beneficios que su actividad genere. Nativa Hoteles Boutique luego irá a Ecuador, a Colombia, a Centroamérica con el sueño de ser la marca de hoteles peruana referente a la hora de elegir América Latina como destino.
Y fue así también como viendo todo este escenario que se nos viene, de decenas de miles de restaurantes peruanos, de millones de nuevos consumidores de ideas peruanas que nos dimos cuenta que había que abastecer al mundo de salsas, piqueitos, ingredientes y demás detalles culinarios peruanos por lo que sentamos las bases de nuestra futura gran marca de retail culinario peruano, con una gama de productos que van desde la sal rosada de Maras hasta la mermelada de chirimoya, desde la huayro chip hasta la salsa que permita con un gesto y un minuto hacer una pachamanca en medio del mismísimo bulevar Saint Germain.
Y como vemos la vida con ojos de cocinero y de peruano, nos dimos cuenta de que a Lima, la capital gastronómica de América, le faltaban tres cosas para considerarse como tal: la recuperación de su cocina en las calles, la fundación de una escuela pública de gastronomía para personas de bajos recursos y la creación del mercado más hermoso de América del Sur.
Por eso hoy avanzamos en el proyecto "Cocina en las calles", que creará mil nuevos pequeños empresarios que en esquinas licitadas adecuadamente y con carritos diseñados con normas muy precisas le devolverán a Lima, sin riesgos, sin contaminación y estéticamente consecuentes, las deliciosas instituciones vivas del alfajorero, del anticuchero, del butifarrero, del papa rellena man, del cebichero, del raspadillero y del tamalero. Por eso asumimos la responsabilidad de la primera gran facultad pública de gastronomía ubicada en Ciudad Pachacútec, dentro de ese gran sueño de la ciudad universitaria de oficios, obra del obispo peruano Javier del Río, y para la cual todos los fondos son bienvenidos. Y por eso finalmente hemos terminado de convencer a los mejores productores, criadores, fabricantes, pescadores, sembradores orgánicos, queseros, chocolateros, artesanos amigos nuestros para hacer en Miraflores, el distrito más rico del país y de la mejor gastronomía de América, el mejor y más bello mercado del continente. Ahora sólo nos falta convencer al alcalde.
Por eso hoy avanzamos en el proyecto "Cocina en las calles", que creará mil nuevos pequeños empresarios que en esquinas licitadas adecuadamente y con carritos diseñados con normas muy precisas le devolverán a Lima, sin riesgos, sin contaminación y estéticamente consecuentes, las deliciosas instituciones vivas del alfajorero, del anticuchero, del butifarrero, del papa rellena man, del cebichero, del raspadillero y del tamalero. Por eso asumimos la responsabilidad de la primera gran facultad pública de gastronomía ubicada en Ciudad Pachacútec, dentro de ese gran sueño de la ciudad universitaria de oficios, obra del obispo peruano Javier del Río, y para la cual todos los fondos son bienvenidos. Y por eso finalmente hemos terminado de convencer a los mejores productores, criadores, fabricantes, pescadores, sembradores orgánicos, queseros, chocolateros, artesanos amigos nuestros para hacer en Miraflores, el distrito más rico del país y de la mejor gastronomía de América, el mejor y más bello mercado del continente. Ahora sólo nos falta convencer al alcalde.
Ese es nuestro sueño que como cocineros va haciéndose realidad, pero que como peruanos va mucho más allá. Va hacia el sueño de que en todos los campos, en todas nuestras manifestaciones, las marcas peruanas estén por todas partes. Que en un mundo por ejemplo de centenas de marcas de helados, de pronto aparezca la marca peruana que inunda Europa con sus helados de frutas amazónicas exóticas e inéditas o compañías peruanas de flores amazónicas que de pronto empiezan a romper el mercado de Ámsterdam con su nueva propuesta.
De hecho existe ya una empresa peruana, Sanando, que ya ha iniciado el sueño. Que la marca de ropa de aventura más apreciada en Estados Unidos pertenezca a un explorador peruano que probó durante años un atuendo que resistiera las inclemencias del Amazonas.
Que de pronto una enorme cadena de tiendas de muebles y artículos para el diseño y decoración hizo tambalear a la poderosa Ikea con una propuesta basada en el uso de maderas sofisticadísimas provenientes de bosques amazónicos sostenibles. Sueño con un joven diseñador peruano que asociado a un empresario nacional se instale en Nueva York haciendo fama y fortuna con un estilo personal basado en nuestra finísima fibra de vicuña.
Así es, como peruano sueño con que el mundo consuma nuestras marcas, nuestras tradiciones y nuestras costumbres, y como peruano sueño con que todos los peruanos sueñen lo mismo, pues estoy convencido de que sólo si tenemos un gran sueño común, la marca Perú, nuestros sueños personales, nuestras marcas
alcanzarán el reconocimiento de manera casi natural. Pero estoy convencido también de que para alcanzar el éxito de la marca Perú no bastará con creer en nosotros y nuestros productos sino que deberá estar sustentada en un país justo, libre y respetuoso de la ley y sus ciudadanos.
Un país donde las oportunidades sean iguales para todos, donde la educación y salud pública sean de mejor calidad que la privada, un país donde el débil pueda enfrentar al poderoso ante la justicia y vencer, un país donde finalmente los políticos cumplan con el único mandato que sus ciudadanos les otorgan: administrar con austeridad e inteligencia, velar por la justicia y actuar con energía ante la arbitrariedad y el abuso.
Dejándonos a los ciudadanos el reto de soñar, de soñar con que a partir de nuestras materias primas, nuestras tradiciones y costumbres crearemos conceptos, hábitos de consumo y marcas que no sólo seducirán a todo el mundo sino que sobre todo traerán el bienestar definitivo a nuestro país.
¿Podremos los peruanos conquistar el mundo con nuestras marcas?
Sí. Todos los aquí presentes somos los llamados a lograrlo.
Muchas gracias
Gastón Acurio
Fuente: Ceremonia de Premiación
Premios Effie 2006
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